Resisto al revoloteo de sus labios seductores,
carne viva del amor arrepentido,
frescura madura que depositará en los míos
el destierro de la tierra de los enojos.
Se van y vuelven sin nunca irse
haciéndose piel en mis propios labios,
traspasándome hasta liberar de ahogo mis sentidos.
Y a su mundo regreso de las tinieblas,
recostado en la mullida médula de su ternura
con sus dos lunas mi alma iluminando.
Besado.
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